El lado oscuro del Brand Ambassador: Cuando el embajador es verdugo de la marca


Lo que en México y Latinoamérica es comprendido como influencer, es lo que en términos de comunicación podríamos llamar Brand Ambassador. La principal diferencia radicaría que el influencer usa como canal, las redes sociales y el Brand Ambassador, los medios de comunicación tradicionales y online.


Pero ¿quién elige a este “Brand Ambassador”? ¿Y exactamente, cuál es su labor? En palabras simples y muy concretas, es el representante de una marca para abanderarla positivamente. Recomendarla, posicionarla y lograr con ello, una conexión con las masas. Su función radica en ser un conector, el cual estará destinado a encarnar la identidad corporativa de la marca, sus valores y ética. Y en este panorama, seguir una línea de comunicación que estimule efectivamente a la audiencia e identifique a la compañía/empresa/servicio. 


Hoy en día es más común encontrar este fenómeno en el mundo online, sin embargo, entre tanto, podemos llegar a confundirnos en el lenguaje digital, entre un influencer, líder de opinión, figura pública y Brand Ambassador. Para esto, es necesario identificar el objetivo comunicativo de cada uno de estos términos y de ahí, evaluar si es o no, un embajador de marca.


Este famoso embajador, del que tanto hablamos, siempre es contratado por las marcas. Por lo que el hecho de que “Él o Ella”, sean el rostro público de la empresa/marca/servicio, NO es casualidad.

Sin embargo, la tendencia actual de lucir un narcisismo excesivo, estilo de vida e incluso, comida, muchas veces ocasiona que las marcas se salgan de contexto. Iniciando los conflictos de comunicación, entre un objetivo y una realidad diferente.

Se podría decir que al ser la marca la que “paga”, es la que gestiona lo que publica o no, el embajador, pero muchas veces no es así. En otras ocasiones, es el mismo emprendedor/empresario el que juega el rol de embajador y pierde total objetividad, cayendo en una confusión total entre marca y vida personal. Y así, podríamos enumerar muchísimos casos más.

La única verdad es que cuando un embajador asume un papel equívoco en la comunicación, definitivamente se vuelve un verdugo de la marca. Que poco a poco, la llevará a una saturación, aburrición y finalmente, una disminución radical de clientes/seguidores/usuarios dependiendo del canal.

La audiencia esta cansada de la publicidad tradicional, de miles de impactos al día diciendo “consúmeme” y no ver propuestas innovadoras. La audiencia NO quiere saber el día a día, de la marca ni del embajador, a menos que en el inter, se le ofrezca realmente contenido de valor para la misma. La audiencia, SABE LO QUE QUIERE y es la ATENCIÓN de las marcas, que piensen en ella y sus necesidades, por que en esta era digital, el cliente toma voz propia y se vuelve un canal de comunicación.

Este público millennial (y posteriores a él) sabe juzgar y utilizar muy bien cada red social, por lo que necesita contenido apto, en sus diferentes formatos y en base a la originalidad de la marca, decidirá si la sigue o no. Para posteriormente, entrar en un proceso de inbound marketing y lograr que ese usuario/prospecto se convierta en venta/ingreso.

Pero volviendo al punto central de este artículo ¿Quién es tu embajador de marca? ¿Realmente representa tu empresa? ¿Qué es lo que quieres lograr? Parte de estás preguntas claves y no te dejes llevar, por un perfil con miles de seguidores en Facebook, innumerables retweets en Twitter o millones de likes en Instagram. 

Recuerda que una reputación puede tardar años en construirse, pero destruirla puede ser solo cuestión de segundos. Analiza, reflexiona y toma la mejor decisión para tu empresa. Que un embajador no lleve al lado oscuro, tu marca.

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